martes, 7 de octubre de 2014

La Habitación de las Pisadas


   Quizás piensen que hablare de algún gallinero por aquello de las pisadas pero nada que ver uno con lo otro, es  más que nada sobre una habitación donde espantan o mejor dicho espantaban (pero acá entre nos, siguen espantando).
   Esta historia inicia en un lejano lugar de cuyo nombre siempre me gusta recordar y visitar (es una población en el centro de México, ¿cuál?, la que quieran, porque podría ser cualquiera incluso familiar), existe una gran casa, de esas casas con los cuartos alrededor de un patio central y una huerta en la parte posterior que pasas a través de una vieja puerta de madera y está construida la mayor parte de adobe y la otra parte de cemento.  Aunque el material de adobe ha sido resistente al paso del tiempo, ha sufrido sus cambio de material como sucedió con la cocina que un inicio era de adobe, con su gran fogón de piedra y ventanas de madera, y todo esos enceres artilugios que tienen esas cocinas de antaño,  para después de transformarse en moderna cocina con estufa , comedor y ventanas de vidrio y metal.
   Pero no es la cocina la parte de intereses si no la habitación principal en la que en algún  tiempo ocupo Doña Esmeralda y su esposo hasta la partida del mismo, conteniendo una historia especial.  Nadie sabe desde cuando sucedió pero según cuenta la historia que por las noches se oían pisadas, unas pisadas suaves pero que se podían escuchar con claridad, a menos que hubiera ruido es como dejaban de escucharse. ¿De quién serian esas pisadas? No de en balde dice el refrán “zapatos que no hacen ruido, son de vieja, bruja o bandido”.
   Esas pisadas eran tan claras que podías contar las veces que se oían y acá viene lo curioso que solo se contaban tres, dos o una, nada más,  el sonido era suave pero seco y hueco como si fueran solo de una zapatos solitarios, pero como saber si solo se escuchaba el sonido, no se sabía que o quien las provocaba. Pero esa habitación tenía un secreto más que estaba por descubrirse.
   Ningún familiar o amistad de Doña Esmeralda podía dormir tranquilo, solo ella, ¿acaso sabría ese secreto?, pero lo que nadie sabía era que se tenía tan cerca al causante de esas pisadas.
   Se nos retó un día a pasar la noche en esa habitación de las pisadas, con tal de velar y descubrir quién o qué hacia ese sonido de pisadas. ¿Era acaso un fantasma? No creo porque ya comente que no se veía a nadie solo el sonido, acaso era el difunto esposo de Doña Esmeralda que quería asustarnos, tampoco porque ya mucho antes de su partida ya se escuchaban las dichosas pisadas. Se aceptó el reto y esperamos a que llegara la noche y ya en esa habitación apando las luces e incluso la de una veladora quedamos a media luz, ya que entraba la iluminación de un lejano farol. También estábamos en poco silencio solo se escuchaban el cacareo de alguna que otra gallina que estaban ya subiendo al árbol de nogal para dormir y el gruñir de los puercos que aún conservaba Doña Esmeralda y que pertenecieron a su esposo y que le pidió se los cuidara. El frio de la noche empezaba a sentirse y todos empijamados nos empezamos a cubrir con mantas, cobertores y cobijas esperando escuchar las misteriosas pisadas. Eran ya casi  media noche y algunos casi medio dormidos, cuando se escucha – plof, plof, plof y después silencio.
   Alguien preguntó - ¿Qué fue eso?.
- esas no son pisadas.
   Después se volvió a escuchar plof, plof y nuevamente reino el silencio.
-          Dudo que sean pisadas.
-          Claro que si son, las escuche muy clarito
    Estábamos en esa discusión de comprobar si lo que escuchamos eran o no pisadas y se volvió a oír el plof, plof, plof, como reclamando nuestras dudas y volvió a reinar el silencio, todos comentábamos sin querer salir a  averiguar que o quien provocaba esos ruidos y así estábamos hasta quedarnos todos dormidos hasta el día siguiente o mejor dicho en el rato siguiente pues ya era más de la media noche. El frio otoñal de la mañana nos fue despertando y empezamos a tomar la decisión de descubrir la causa de esas pisadas.  Empezamos a quietar el vaho de la ventana y nos quedamos sorprendidos de nuestro mudo acompañante de nuestra velada y descubrimos ese secreto que tenía esa habitación.  Era el viejo árbol de naranja, que daba una naranja algo acida y que estaba plantado al pie de la ventana de la habitación de Doña Esmeralda.
   Si, nos habíamos olvidado del viejo acompañante de la habitación, ese viejo árbol de naranja que al estar cargado de frutos y al estar algunos ya maduros se desprendían de sus ramas y caían de golpe haciendo ese ruido que confundíamos con pisadas.
    Por eso no está demás de verificar siempre que si escuchas algún ruido en tu habitación no sea que te sorprenda algún bandido o algún viejo árbol de naranja.
   Diría Marie Curie que A nada en la vida se le debe temer. Solo se le debe comprender, Apoco no???
La Habitación de las pisadas =D