Quizás piensen que hablare de algún gallinero por aquello de las pisadas pero nada que ver uno con lo otro, es más que nada sobre una habitación donde espantan o mejor dicho espantaban (pero acá entre nos, siguen espantando).
Esta historia inicia en un lejano lugar de cuyo nombre
siempre me gusta recordar y visitar (es una población en el centro de México,
¿cuál?, la que quieran, porque podría ser cualquiera incluso familiar), existe una
gran casa, de esas casas con los cuartos alrededor de un patio central y una
huerta en la parte posterior que pasas a través de una vieja puerta de madera y
está construida la mayor parte de adobe y la otra parte de cemento. Aunque el material de adobe ha sido
resistente al paso del tiempo, ha sufrido sus cambio de material como sucedió con
la cocina que un inicio era de adobe, con su gran fogón de piedra y ventanas de
madera, y todo esos enceres artilugios que tienen esas cocinas de antaño, para después de transformarse en moderna
cocina con estufa , comedor y ventanas de vidrio y metal.
Pero no es la cocina la parte de intereses si no la habitación
principal en la que en algún tiempo
ocupo Doña Esmeralda y su esposo hasta la partida del mismo, conteniendo una
historia especial. Nadie sabe desde
cuando sucedió pero según cuenta la historia que por las noches se oían pisadas,
unas pisadas suaves pero que se podían escuchar con claridad, a menos que
hubiera ruido es como dejaban de escucharse. ¿De quién serian esas pisadas? No de
en balde dice el refrán “zapatos que no hacen ruido, son de vieja, bruja o
bandido”.
Esas pisadas eran tan claras que podías contar las veces que
se oían y acá viene lo curioso que solo se contaban tres, dos o una, nada más, el sonido era suave pero seco y hueco como si
fueran solo de una zapatos solitarios, pero como saber si solo se escuchaba el
sonido, no se sabía que o quien las provocaba. Pero esa habitación tenía un
secreto más que estaba por descubrirse.
Ningún familiar o amistad de Doña Esmeralda podía dormir
tranquilo, solo ella, ¿acaso sabría ese secreto?, pero lo que nadie sabía era
que se tenía tan cerca al causante de esas pisadas.
Se nos retó un día a pasar la noche en esa habitación de las
pisadas, con tal de velar y descubrir quién o qué hacia ese sonido de pisadas. ¿Era
acaso un fantasma? No creo porque ya comente que no se veía a nadie solo el
sonido, acaso era el difunto esposo de Doña Esmeralda que quería asustarnos,
tampoco porque ya mucho antes de su partida ya se escuchaban las dichosas
pisadas. Se aceptó el reto y esperamos a que llegara la noche y ya en esa
habitación apando las luces e incluso la de una veladora quedamos a media luz,
ya que entraba la iluminación de un lejano farol. También estábamos en poco
silencio solo se escuchaban el cacareo de alguna que otra gallina que estaban
ya subiendo al árbol de nogal para dormir y el gruñir de los puercos que aún
conservaba Doña Esmeralda y que pertenecieron a su esposo y que le pidió se los
cuidara. El frio de la noche empezaba a sentirse y todos empijamados nos
empezamos a cubrir con mantas, cobertores y cobijas esperando escuchar las
misteriosas pisadas. Eran ya casi media
noche y algunos casi medio dormidos, cuando se escucha – plof, plof, plof y
después silencio.
Alguien preguntó - ¿Qué fue eso?.
- esas no son pisadas.
- esas no son pisadas.
Después se volvió a escuchar plof, plof y nuevamente reino
el silencio.
-
Dudo que sean pisadas.
-
Claro que si son, las escuche muy clarito
Estábamos en esa discusión de comprobar si lo que escuchamos
eran o no pisadas y se volvió a oír el plof, plof, plof, como reclamando
nuestras dudas y volvió a reinar el silencio, todos comentábamos sin querer
salir a averiguar que o quien provocaba
esos ruidos y así estábamos hasta quedarnos todos dormidos hasta el día
siguiente o mejor dicho en el rato siguiente pues ya era más de la media noche.
El frio otoñal de la mañana nos fue despertando y empezamos a tomar la decisión
de descubrir la causa de esas pisadas.
Empezamos a quietar el vaho de la ventana y nos quedamos sorprendidos de
nuestro mudo acompañante de nuestra velada y descubrimos ese secreto que tenía
esa habitación. Era el viejo árbol de
naranja, que daba una naranja algo acida y que estaba plantado al pie de la
ventana de la habitación de Doña Esmeralda.
Si, nos habíamos olvidado del viejo acompañante de la
habitación, ese viejo árbol de naranja que al estar cargado de frutos y al
estar algunos ya maduros se desprendían de sus ramas y caían de golpe haciendo
ese ruido que confundíamos con pisadas.
Por eso no está demás de verificar siempre que si escuchas algún
ruido en tu habitación no sea que te sorprenda algún bandido o algún viejo árbol
de naranja.
Diría Marie Curie
que A nada en la vida se le debe temer. Solo se le debe comprender, Apoco no???
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La Habitación de las pisadas =D |